jueves, 20 de agosto de 2009

Despedida


Era un abrazo de invierno, cálido.

Me envolviste con tu cuerpo como si fuera la última vez que fuéramos a vernos, es más, lo intuía.

La luna brillaba encima de nosotros, blanca y pura, pero tus ojos temblaban entre lágrimas compungidas.

Me lamiste la mejilla, suave y tiernamente, y yo simplemente emití un sonido quejo.

Por la senda oscura te marchaste, moviendo la cola, sin volver la vista atrás.

El gélido viento heló mi última lágrima, que cayó al suelo convertida en frágil cristal.

Y al romperse ya te habías ido.

Y al darme cuenta de tu ausencia mi garganta estalló en un aullido.

Y el eco del aullido resonó por el bosque cubierto de sombras.

Y el bosque no respondió a la llamada.

Y me quedé en silencio.

Pensando.

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