viernes, 28 de mayo de 2010

Ciudad dividida

La capital se despierta envuelta en la bruma gris de la mañana, teñida de partículas asesinas.
Observo como el sol deshace la magia del momento y me muestra la crueldad de esta jungla de hormigón y asfalto.
A lo lejos, pero siempre omnipresente, se levanta el baluarte del disparate, el monumento a todo lo que no debe ser considerado humano.
Incluso puedo ver a los guardias, debatiéndose entre el deber y el sentimiento fraterno.
Me acuerdo de mi hermano.
Eran tiempos muy duros y buscando un salto a un mundo mejor tropezó con la locura de las balas.
Ya han pasado casi veinte años.
Tras sus rasgados y pintados muros el otro lado mira altivamente a su hermano pequeño, y lo llama y lo incita a unirse a él.
Sólo el poder de las armas nos encierra en esta prisión a la que en tiempos solíamos llamar hogar.
Sólo la necedad de los hombres impuso su terca traición.
La guerra acabó, mas no la represión.
Ojalá todo hubiese sido diferente.
Ojalá la unión con esos países no nos hubiera llevado a la quiebra.
En esos tiempos sólo importaban esos líderes y su palabra era seguida por todos.
Y después de la guerra entre hermanos se impuso la guerra con el mundo.
Perdimos.
Las victoriosas hordas se repartieron el pastel y quedamos como la guinda, la más codiciada.
La solución fue salomónica, pero no justa.
Nos partieron y quebraron nuestros corazones.
Ahora cuando me despierto y la miro, sólo puedo pensar en el cartel que hay en la entrada, la que nos separa de la libertad, y que reza de un modo cínico: “Bienvenido a Madrid Oriental”.

viernes, 21 de mayo de 2010

La silla


Su silla vacía dejaba un hueco en mi corazón, y redondo y lleno de grasa, como estaba, más bien pudiera haberse llamado donut. Pude sentir esa leve sensación de ambigüedad emocional, otra vez. Por una parte me negaba a admitir que mis mayores deseos pudieran verse cumplidos. Por otra, guardaba oculta la esperanza, a veces hasta de mí mismo, de poder saborear sus labios y perderme en sus ojos.
El imbécil de mi jefe me devolvió a la realidad con un par de ostias, llamadas retos. No me gustó la idea de compartir mesa con otra compañera.
Cuando llegué a su mesa me sonrió amablemente. Su acento era extranjero y su antigüedad era novata. Reímos a mitad de mañana. Tomando un café encontré su sonrisa y la adorné con el deseo. Sus ojos incitaban a otra locura, pero que importaba para un loco como yo.
La silla vacía parecía perseguirme con la mirada, y la imaginaba a ella mirándonos, aguantándose los celos, observando de reojo y haciéndose la disimulada.
Reconozco que entonces la vanidad me ganó la partida y alzado por ese sentimiento, lancé un órdago al viento.
Hoy he vuelto a ver su silla vacía. La sonrisa cómplice me persigue, como la sombra a un muerto. La losa del pasado me pesa y me encuentro desenfundando un arma que nunca quise haber disparado. Mas el espanto siempre encuentra su camino y atado a un vicio, me sitúo en el precipicio de una decisión extraña: querer lo conseguido o conseguir lo querido.

sábado, 15 de mayo de 2010

El momento


Sin sorpresas de Dios estoy.
La televisión vuelve a predecir el futuro y la lluvia no me moja.
Veo caminar a los niños del mañana, descalzos, por la calle del presente.
Mis oídos están sordos al amor y el estruendo del auxilio no me alcanza.
Siento que ayuda es una palabra vacía.
La nada avanza deprisa, comiéndome el alma.
El reloj marca la hora del principio de mi final.
Las puertas están abiertas a la oscuridad.
El miedo invade mi espacio y el frío del silencio me da el coraje del difunto.
Junto a mí, otro minuto se acumula.
Estoy cansado de tener que esperarlo.
Las flores ya no crecen en mi corazón de acero y los pájaros ya no anidan en mi balcón de terciopelo.
Es el momento.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Dos palabras


Pensé que dos palabras podrían salvarme la vida, y las busqué desesperadamente.
Comencé mi camino con el estomago lleno de mariposas, la frente vacía y al alma cogida con alfileres.
La primera piedra se hizo tediosa, mas la guardé en mi petate de sueños, la envolví con cariño y la llamé recuerdo. 
El sol iluminaba mi sendero.
En lo alto del firmamento, el horizonte parecía tan lejano, tan inalcanzable, que me despisté cogiendo flores salvajes. 
Varios ramilletes llenaron mi cofre del tesoro, izaron mis velas y soplaron mi navío, más perdí el rumbo en mares bravíos, y el naufragio conquistó mi reino. 
Años pasé rescatando memorias del pasado, sollozando mis despojos y abriéndome al dolor.
La luna estaba altiva y esperaba de día que las estrellas la quisieran rondar, y yo sólo la podía observar desde mi umbral. 
Arrastrando mi fatalidad encontré un lugar llamado vida, que creía perdido y olvidado, y con el ansía cargada esculpí un rostro en el barro de la felicidad.
Le dí su forma, sus labios, sus ojos y me faltó su ternura y su bondad. 
Ésas las recibí prestadas, a cambio de capitanear la andadura de su ventura, que con gusto acepté.

martes, 11 de mayo de 2010

Tu seno



Temblando en la cama, cojo tu cara y le estampo un ardiente beso. Y con pasión renovada lo alcanzas y lo acunas en tu pecho. ¿Como si quiera atreverme a pronunciar la desidia? ¿Como si quiera pensar en otro final fuera de tus brazos?
Tu pelo de seda se enreda con mis recuerdos y de tu aroma crece un sentimiento, que se mezcla con mi esencia y susurra versos, que calma el hambre y la sed del muerto.
Y en las horas pretéritas me he preguntado quien osaría desbancar mi puesto, quien encontraría la llave de tu cuerpo, quien escribiría aquel poema siniestro.
Mas en la desdicha de una congoja, eludí gritar tu nombre y oculté mi lengua en la oscuridad de una quimera. Y fueron creciendo la apatía y la monotonía, criadas por la distancia y el llanto, como a un bebe que no se amamanta, como a un niño que ya no canta.
Los años poderosos se hicieron y encumbraron a memoria lo que antes era presente. Y en la cima de la soledad imperó mi reino, en la fría oscuridad teñí de ocre el recuerdo. Conté los días apresado de cinismo, envuelto en mi silencio.
Mas ahora que se acerca el momento postrero, que los dardos de la locura envenenan mi destierro, encuentro al fin el camino a tu terreno, a tu dulce sabiduría, a tu cálido cobijo. Y agacho la cabeza para entrar por tu puerta y grito a los cielos que nunca me abandones, porque, si bien, una vez la faz de la tierra pudo albergarse entre nosotros, cuando llega el final, sé que no encontraré mejor lugar que en tu seno.

sábado, 8 de mayo de 2010

El nexo


No siento la ignorancia de la despedida. Sé que ese absurdo momento llegará, pero aguardo la tempestad en mi calma nerviosa. Ella no se ha despertado todavía. Su espalda desnuda me invita a acariciarla una vez más.

Tres horas antes el sol no parecía tan cercano.

-¿Estás mirando algo?- se acercó a preguntar.

Por supuesto que la miraba, más que a cualquier otra. Era un regalo para la vista. Aún así disimulé.

-¿Tu que crees? ¿Y si no, a que has venido?

Ella sonrió y un sorbo de su copa se derramó por su garganta. La música podría haberme hecho estallar los tímpanos en aquel mismo momento, pero sólo podía oír el latido de mi corazón.

-¿Quieres bailar?- me atreví a preguntar.

-Ya estoy bailando- contestó socarronamente y rió.

Era la señal. Su cuerpo se movía en una frenética carrera al compás de mis pulsaciones. El mío ya había perdido su sostén y se retorcía cadenciosamente, buscando un punto de encuentro.

Seis horas antes observaba las constelaciones.

-¿Ves? Aquella es Escorpio. Y aquella estrella es Alfa librae.

Se giró. Sus ojos brillaban aun más que Alfa librae. Nuestros labios se encontraron un momento, un breve y mágico momento…

-Perdona, no creo que pueda hacer esto...

-Creí que te gustaba….

-Si, pero… en realidad, ya estoy saliendo con otra persona….- siguió hablando, pero no pude escuchar ni un solo sonido más, hasta que su sombra desapareció.

Doce horas antes el autobús paró repentinamente.

El telescopio que ella llevaba salió rodando por el suelo hasta parar en mis pies. Pensé que era un extraño lugar para encontrar una persona con mi misma pasión.

-Gracias por recogerlo. No sé que hubiera pasado si se llega a romper. ¡Me lo acabo de comprar!

- Parece bueno. A mí… también me gusta la astronomía. – dije dubitativamente.

-Si, … bueno, astronomía. Me gustaría entender un poco más, pero sólo se que a veces me quedo maravillada mirando las estrellas…

De repente se dio cuenta que estaba hablando de cosas muy personales con un completo desconocido y paró su discurso y su cara se tornó rojiza.

- Te entiendo perfectamente. Yo, a veces, me siento igual- contesté con una sonrisa.

Pude notar una extraña conexión. Un nexo que nacía de una pasión y que nos llevaba a un punto de unión.

Cinco horas antes ella se vestía nerviosa y con prisas.

- No tienes por qué marcharte, puedes quedarte un poco más.

- Lo siento, pero tengo una extraña sensación, como si esto no estuviera bien. Tengo que marcharme.

-¿Sentirlo? Abre tu corazón y dime lo que sientes. ¿No sientes el impulso tanto como yo?

-No sé. Estoy confundida.

Y la puerta fue único testigo de nuestro nuevo desencuentro.

Tres horas antes la calle estaba en silencio.

Del único bar que estaba abierto apareció ella, rodeada de amigas. Nos miramos solamente una fracción de segundo. Noté el rayo y la tormenta. Ella oyó los truenos. Nos volvimos a girar, nuestros cuerpo anduvieron solos, movidos por alguna extraña fuerza que nos empujaba. Cuando estuvimos realmente próximos nos besamos apasionadamente, ante el asombro de sus amigas.

Seis horas antes leía poesía en un café abarrotado.

Entre el público una belleza no me quitaba la vista de encima. Al finalizar se me acercó.

-Perdona que te aborde de esta manera, pero me encanta la manera en la que escribes, y cómo recitas.

El brillo de su mirada me produjo un escalofrío, un extraño deja-vu. Me quedé prendado de ella. Conversamos un rato, pero tuvo que irse. El último cruce de miradas produjo un breve momento de nexo.

Doce horas antes paseaba por el parque.

Ella pasó y me miró nerviosa. Yo a penas le di importancia a un leve hormigueo.

Cinco horas antes me desperté con el recuerdo de un sueño.

Ella desayunaba y su cuerpo se estremeció sin saber por qué…

Y ahora que contemplo su espalda desnuda, sé que esa imagen no permanecerá en mi memoria, que en este breve lapso de felicidad los recuerdos se me agolpan como martillazos. Y la veo a ella, una y otra vez, de mil formas diversas. Y en cada encuentro sentimos esa chispa y esa falta de consciencia. Ninguno se acuerda del otro, como dos almas sin espejo, cómo dos espíritus saltando de cuerpo en cuerpo, siempre tan cerca, pero a la vez tan lejos. Sólo el amor que alguna vez sentimos es lo suficientemente fuerte como para volver a atraernos, como para romper las barreras del tiempo y del espacio y escoger su momento. Pero el nexo a penas dura, y tal cómo viene, se va. A veces disfrutamos del instante, otras, en cambio, las circunstancias son tan fuertes que no nos dejan. Sólo sé dos cosas seguras, que en breve desaparecerá de mi vida y que volveré a encontrarla.

lunes, 3 de mayo de 2010

El destino


Hoy descubrí su curriculum.
Una cosa más nos une y otra nos separa. Quizás el día era el más cercano, quizás el año el más lejano.
Casi no puedo ni mirarla. Cuando mis ojos la alcanzan un nudo se me forma en la garganta. Y teniéndola tan cerca se me antoja tan lejana.
Acaricio la idea con la yema de los dedos. Trata de materializarla y tocarla en el aire. Pero es tan efímero el pensamiento, tan vacío y tan yermo, que al momento me doy de bruces con la realidad.
Si sólo las circunstancias fueran otras…
Si sólo no fuera tan hermosa, si sólo no fuera yo tan feo.
Otra cosa más que nos separa. La apuntaré en la lista, y buscaré más papel…
Y yo que creía el amor olvidado, y yo que odiaba su mera mención…
Me encuentro apresado nuevamente, sumiso de una extraña sensación.
Pero la puerta es tan lejana y el dolor tan cercano.
¿Por qué el destino quiere jugar conmigo? ¿Por qué me enseña el pan tan cercano y el vino tan lejano?
¿Por qué si solo son meras coincidencias se me antojan tan ordenadas, tan dispuestas…?
Quizás mi mente busque una contestación en unos ojos, una respuesta en un gesto o una aguja en un pajar.

sábado, 1 de mayo de 2010

Mentiras



No te hecho de menos, ni siquiera un poco.
No recuerdo tus ojos azules, mirándome llenos de dulzura,
Ni las sonrisas cómplices, justo antes de besarnos.
Ya he olvidado los paseos por la playa, observando la puesta del sol,
el sabor a sal en tu almohada,
y el calor de tu cuerpo de plata.
No sé ya ni cómo te llamas, ni donde estaba escondido aquel lunar, ni las partes de tu pierna que guardaban tu risa.
El olor de tu pelo ya no evoca en mi mente las fragancias de la dicha, ni tus pechos soportan la memoria del deseo.
Sólo el suelo es testigo de mi libertad, robada al tiempo que tuvimos