lunes, 28 de diciembre de 2009

Ella



Ella se dibuja siempre eterna
Con su realidad extrema
Bajo su manto siempre esconde
Una lista con tu nombre
Y guarda alguna condena
También para el que sueña.

Ella, siempre altiva e inesperada
Teme de ella una puñalada
Cuando estés frente al horizonte
O sientas que el mar te moje
Como una brisa disimulada
Dentro de una caricia deseada.

Y si todo gira en torno a ella
El universo se me antoja
Una inmensa paradoja
Imposible detenerla.

Ella, me cautiva su final
Cuando todo me va mal
Y mi ciego y loco corazón
Ya no teme lo peor
Busco en mi interior algo de paz
Sumergida en tanta ansiedad.

Y si mi voz esculpe un grito
Que no sea por ella
Que no sea por temerla
Que no sea por desearla
Que no sea por alabarla
Que sea sólo un himno
De esperanza y alivio.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Feliz Navidad





A los (pocos) seguidores de este humilde blog de desvarios y locuras lobunas les deseo Feliz Navidad y prospero año 2010.

Un beso y un abrazo a todos

lunes, 21 de diciembre de 2009

Yo quiero




Yo quiero un minuto a tu lado
calmando mi ansiedad
y que me ofrezcas un bocado
de lo que llaman realidad.

Yo quiero un aumento de tormento
yo quiero volver a sufrir
yo quiero gozar de tu cuerpo
y que me hagas sonreir

Yo quiero apresarte las tetas
yo quiero disfutar tu juventud
yo quiero el mundo hoy violeta
alcanzar todas mis metas
y rozar la plenitud

Yo quiero poder devorarte
yo quiero mas que sentir
lo que yo quiero, fiel amante,
es que te acuerdes de mi.

viernes, 18 de diciembre de 2009

El aire



Desde lo más alto del más alto edificio de toda la ciudad, ésta parecía aterradoramente grande, fría y paradójicamente distante. Millones de individuos con sus complejos deseos, ambiciones, problemas y dolores se veían ahora tan lejos, que casi parecían simples engranajes de la máquina del poder. El viento del anochecer besaba mi cara, como el que besa a un difunto en un ataúd. Me deshice de mi abrigo y lo deje volar por la ciudad. Como un pájaro, se desplazaba por encima de todas las moradas vacías de esperanza. Me preguntaba hasta donde podría llegar. Quizás alcanzara el montón de ladrillos podridos que antes llamaba mi hogar. Tal vez alertara a alguien de mi presencia allí, oculta por la incipiente y cómplice luna. Los últimos rayos de sol peinaron mi faz, una última caricia, un último instante de fútil placer. Quería saber si podrías vislumbrar la luz desde donde estabas. Si levantarías la cabeza y tus ojos se posarían en esos últimos rayos, como hacía yo, si te haría feliz y sería extraño. En mi hora más oscura el sol se ocultó. Lancé una voz al pérfido aire para que lo surcara con la vana ilusión de que alcanzara tus oídos. El tiempo se paró en frente de mí, sabía que nadie podría ya separarnos, pues el suelo que antes me anclaba a la vida desaparecía tras un trascendental estremecimiento.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Sueño de mujer...



Es cierto que me vuelves loca, pero estando tan cerca, no me atrevo ni a mirarte. Te acercas y ni te das cuenta que estoy aquí. Pero yo te sigo con mis ojos. Ojos que arden al sentirte tan próximo. Y si, por casualidad, te paras junto a mi, el corazón se me apresura y un extraño calor invade mi cuerpo. El resto de gente del parque no parece notarlo, pero yo me siento observada por toda esa multitud, que camina y grita, que pasea en silencio cogidos de la mano, o que simplemente se extiende sobre la fresca hierba a disfrutar de ese sol de primavera. Tú, sin embargo, te alejas de mi banco. El banco donde me siento todos los días, esperando que algún día te decidas a mirarme. Esperando que, de repente, te des cuenta que te observo, y notar ese brillo en los ojos, como cuando alguien se topa con las flechas de cupido, y que te acerques hacía mí. Y que, sin ni siquiera preguntarme el nombre, tus labios se junten con los míos. Y que, sin poder evitarlo, y sin importarte el resto de la gente, te abalances sobre mí y me hagas el amor sobre aquel banco, o sobre la hierba.

Me digo a mí misma que aquello es imposible, que sólo es una fantasía, aunque te espere cada día en el mismo banco, del mismo parque. Tu atlética figura me aturde cuando te acercas corriendo, como es lo habitual en ti. Casi no me atrevo a reconocerlo, pero, oculta tras unas gafas de sol, he vigilado el tamaño de tu miembro. Bajo esos pantalones cortos tan apretados he intuido la dimensión de mi felicidad. Me he imaginado cientos de veces tocándote esos duros y sudados abdominales y acompañándote a la ducha cuando llegaras a casa. Yo te frotaría todo el cuerpo con mis sedientas manos hasta que no quedara un centímetro de tu piel sin acariciar.

Pero hoy me siento diferente. Algo extraño se ha despertado en mí, como una fiera hambrienta en medio de la selva. Hoy me pongo unas medias de rejillas y las braguitas y sujetador de fina lencería negra que me regaló mi ex. Me pongo un vestido ajustado y suave, que deja gran parte de mi cuerpo a la vista, de un color llamativo, un color que quiero que te llame a ti. Mis pechos asoman por el escote, reafirmados por la lencería, casi hasta lo imposible, y la minifalda no deja mucho a la imaginación. Me pongo zapatos de tacón alto, de aguja, mientras pienso que así será difícil caminar por los jardines. Elijo un maquillaje para mi cara, especial, quiero que notes mi presencia entre todas las flores del parque. Al verme en el espejo me siento muy puta, pero esa nueva situación me gusta. Me siento excitada, nerviosa, cachonda y animada a hacer una locura, cuyo, de otra parte, final desconozco y temo al mismo tiempo.

Las horas pasan, sentada en aquel banco. Ya ha pasado mucho tiempo desde que debería haber aparecido, y me pongo nerviosa pensando que estoy haciendo allí, que aquello es una locura. Pero decido esperar un poquito más, sólo un poco más, o todo el día si hace falta. Los moscones no dejan de aparecer e irse, buscando probablemente una intimidad conmigo, que yo no estoy dispuesta a darles, atraídos por mi indumentaria, como una abeja a una flor. Llamo la atención en aquel parque. Mi ropa desentona y hasta las mujeres se giran a mirarme. Y luego critican con voz baja con sus maridos, mientras éstos babean sin apartar la vista de mí. Se que estoy preparada.

Un rayo de sol, procedente de la colina de enfrente, me ciega cuando apareces. Reacciono de forma precipitada, puesto que sin quererlo, ya estás casi a mi altura. Me levanto casi de un salto y como si de una novela rosa se tratara me apoyo en el árbol que hay junto al banco. Deslizo mi pié por el tronco y pongo una pose extraña, creyendo ser elegante. Tu pasas de largo. Me siento profundamente herida y casi sin pensar, y con lágrimas en los ojos, emprendo el camino contrario, a paso ligero, casi corriendo. De repente, escucho una voz y me doy cuenta que es tu voz, tan masculina, detrás de mí y dejo de andar. No me atrevo a darme la vuelta. No me atrevo a comprobar si me estás llamando a mí, o tal vez, a otra persona. Tengo miedo de hacer el ridículo, otra vez, de sentirme más dañada. Pero en ese momento me tocas el hombro y sé que eres tu. Me giro y veo tu cara, tan cerca por primera vez. Veo tus ojos, azules como el cielo, como el mismo cielo que había estado mirando durante horas. Me dices que me he dejado el bolso en el banco y por qué corría. Yo me armo de valor y te digo que es de ti de quien huyo, de tus ojos azules, de tu cuerpo, por que si no huyo me abalanzaría sobre ti. Tu estás aturdido, pero tras un segundo, que parece un milenio, te acercas y me besas apasionadamente. Yo respondo a tu beso buscando tu lengua y te abrazo. En ese momento todo parece girar alrededor nuestro. Ya nada importa, solos tu y yo. ¿Qué importa si el resto de la gente nos está viendo con cara extrañada? ¿Qué importa donde estemos? Tu boca de seda se desliza por mi cuello y yo levanto la cabeza, y dejo que el sol bañe mi cara. Me apetece devorarte, comerte entero allí mismo, y mis brazos bajan por tu camiseta sudada y acarician tu musculatura. Me vuelven loca los besos de tus labios, que deslizas sabiamente hasta mi escote. Me embriaga el olor a macho que desprendes y mis mano alcanzan tu culo y te apreto los glúteos en un acto de pasión. Tu, mientras tanto, ya has conseguido alcanzar mis pechos y consigues sacar uno de mis pezones por el escote, supongo que no te habrá costado mucho, y lo lames con tu lengua ansiosamente. Mi boca estalla en un gemido sin reprimir, y en ese momento ya se que soy tuya, siempre lo he sabido, y ahora sé que eres mió.

Durante un momento de cordura, nos damos cuenta que todo el mundo nos mira. Que critican a gritos y amenazan con llamar a la policía, pero eso a mí ya me da igual, porque ya te he conseguido. Separas la boca de mis pechos y me miras a la cara. Yo me quito las gafas. Me dices tu nombre, que resuena en mi cabeza, mientras yo te digo el mío. Y nos vamos caminado a tu casa por el parque, cogidos de la mano, como el resto de parejas.
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Y si quieres oirlo viajando en la suave voz de una amiga:

Archivo comprimido de audio(enlace arreglado)

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Vieja Amiga, sueño inalcanzable


Primera Parte

Como a mil demonios de ti me encuentro
hechizado, raptado por los fuegos fatuos
cautivo de una esperanza
mordiendome los huesos

Como a diez mil minutos de tu corazón, te anhelo
rendido, destrozado por tu canto
estacado y varado en tu negro barro
inmolando mi trasero

Como a un sofoco de tus besos, te espero
caliente, juguetón me bebo tu veneno
sudoroso y at.errado me pierdo en tu pasado
suplicando una pasión.

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Segunda Parte 


Cazame con tu red, que yo me dejo.
Extiende tu manto y cogeme como a un conejo
Disfruta de tu caza, huele tu presa
Pero ten paciencia con este loco corazon
que los dias son como una niebla espesa
que me envuelve la razon.

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martes, 15 de diciembre de 2009

Sufrir

La mañana fría del nuevo día me trajo su angustiado rostro. Con la frente fruncida de añoranza por algo que no sabía si existía cogió sus bártulos y se apresuró a la vorágine del mimetismo obrero. La habitación vacía de esperanza y de sentimientos se quedó abierta a la soledad una vez más. Mientras, mis ensortijados pelos jugaban con el hueco de su almohada y mis manos repasaban sus contornos en el colchón. Hacía tanto tiempo que no hacíamos el amor, que se me olvidó como era. ¿Cómo era sentir sus labios sobre mi sedienta piel? ¿Cómo era enredar mi calentura con su húmedo deseo? ¿Cómo era despertarse y no ver tristeza en su quebrada faz? Quizás los motivos eran obvios para él, que su rutinaria vida había roto su ser. Para mí sólo era el reflejo de algo que le quemaba por dentro y que no se atrevía a decir con palabras, porque sabía que si lo decía todo encontraría su fin. Pero mis sufridos oídos deseaban escucharlas, en vez de esta pesadumbre. Y yo repetía en silencio "Por favor, dime que ya no me quieres y deja de hacerme sufrir".



domingo, 13 de diciembre de 2009

Conversación

-Escúchame.
-¿Que quieres?
-Pues, me apetece hablar.
-¡Otra vez! ¿Y de que?
-No sé.
-Entonces, ¿por qué quieres hablar?
-Porque estoy aburrido.
-Pues habla, que te escucho.
-Es que no se me ocurre nada.
-¿Y por qué no te callas, entonces?
-Porque estamos todo el dia callados.
-Esta bien. Dejame que piense. ¿Crees que lloverá?
-No sé. Me da igual.
-¡Pero entonces.... no me dejas hablar!
-¡Shhh, cállate!
-¿Ahora quieres que me calle?
-Es que viene alguien.
-Da igual, seguro que no se acerca por aquí.
-¿Por qué dices eso?
-Porque lo sé.
-¿Y por qué lo sabes?
-Porque nunca nadie pasa por aquí.
-La verdad es que tienes razón.
-¡Y es una pena!
-¡Vaya, que si lo es!
-Porque no hay ninguna tan bonita como ésta.
-Si, creo que somos la mejor.
-La gente ya no se gasta tanto el dinero en estas cosas.
-No, no señor. ¡Pues parece que si que viene!
-No puede ser, imposible. ¿Será un familiar?
-Los familiares hace ya mucho tiempo que no vienen.
-¡Shhhh, quieto y callado!
-Parecía que venía aquí.
-Si, es una lástima, pero ha pasado de largo.
-Oye, ¿a que hora cierran?
-Pronto.
-¿Crees que luciríamos más si nos limpiaran alguna vez?
-Eso no lo dudes.
-Y entonces, seguro que se pararía la gente, como antes.
-Esos dias ya han pasado. Además ya sabes que no estamos aquí para eso.
-¿Y para que estamos?
-Para cuidar su descanso eterno.
-Escucha.
-Dime.
-¿Verdad que es duro ser ángel de piedra?
-Si, por lo menos en este cementerio.



lunes, 7 de diciembre de 2009

El camino


En las sombras de tu cuerpo me escondo de tus miradas.
Caminas con pasos de plata sobre el suelo inundado de tu encanto.
El aire huele a una mezcla de tu cariño y de tu lujuria.
Casi no me atrevo a hablarte, me pesa la garganta y
la valentía imaginada se difumina entre tus piernas,
como la bruma de mi ansia se pierde en tu distancia.
Mas, sabedora de tu poder, giras tu cabeza,
tu melena se retuerce tratando de escapar de tu belleza,
y me guiñas un ojo dorado, cubierto de capas de mentiras.
Ojala mis piernas no flaquearan.
Ojala pudieran resistir el peso de mi amor.
Entonces me alzaría y te perseguiría por tus insondables caminos.
Me anclaría a tu pie con un cabo de esperanza y
me dejaría arrastrar hasta los confines de tus obsesiones.
Me sometería a tu huidiza voluntad con una sonrisa en mi cara.
Quizás aflojarías tu cadena, quizás me llevarías hasta tu cuerpo,
Y me elevarías hasta tocar tu cielo.
Pero desde el rincón de mis ojos, vigilo tu senda.
Es todo lo que me atrevo a hacer.
Antes de que llegue el atardecer y tenga que huir.
Antes de que te des cuenta que la piel que me envuelve
No es más que un disfraz de una persona que no soy,
Que encontré un día mientras te espiaba.
Y ahora se me hace tan difícil dejarte.
Dejarte sin haber podido saborear tus mieles.
Dejarte sin haberte tenido y sin decirte lo que siento.
Pero me iré con esa losa, deshaciendo el camino recorrido
Y temiendo que te atrevas a seguirme,
Porque allí donde vuelvo no hay sitio para ti,
Sólo soledad entre gente y arrepentimiento.