martes, 31 de agosto de 2010

Bruma


Bruma,
Tormento de mi aquelarre
No dejas que te alcance

Nubla
Mi cuerpo y mi instante
Sin siquiera mirarme.

Oigo el eco
La ley de tu voz
El canto olvidado
Tu suave son

Sólo tengo
Un medio sol
Un mundo rasgado
Sin tu tesón

Dámela
Regálame la pasión
Arrincona el veneno
De la soledad

Miéntela
Indícale mi dirección
Cumple mi anhelo
De libertad

lunes, 30 de agosto de 2010

Corazón traidor



Dominado por su deseo de venganza tomó el cuchillo en sus manos. Era grande y en su amplio y brillante filo vió reflejada la agonía de su cara.

Caminó bajo el frío y la lluvia. Atravesó la nieve y el viento. Cubrió el hueco entre la esperanza y la locura con una sonrisa en su cara.

Y al llegar a casa el hogar estaba encendido. Pero el fuego no le dio el calor que necesitaba. La vió junto a él mirándole asombrada.

Entonce el cuchillo surgió de las profundidades de su delirio y blandiendo reproches y ocultos sentimientos se atrevió a otorgarle el calificativo de adúltera.

Ella no lo negó. Sus ojos llorosos y su cabeza gacha hablaron por ellas, mas el terror y el pánico ahora la dominaban.

Con un certero gesto acabó aquel sufrimiento. Con una simple punzada el dolor terminó, pues el cuchillo encontró el camino hasta su corazón, con la guía de sus manos.

Su corazón que tanto había sufrido paró de latir. La sangre pintó la escena. Y los ojos de ella nunca volvieron a secarse.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Noche oscura




La noche oscura me envuelve y me agarra, me ase, me estimula, me patea, me canta romances olvidados, me hace llorar, reír, gemir y de nuevo olvidar, para poder empezar a caminar, a seguir el paso, a engordar, a odiar, a sentir mi propio peso, a oler el aroma de tiempos, a soñar a caerme por el suelo, a tropezar y a levantarme, a pegar patadas al aire, a gritar de impotencia, a correr hasta el horizonte, a aprender a volar con un ala rota, a reconocer lo que me envuelve, a apreciar lo diminuto, a menospreciar lo necio, a aporrear teclas, a oir música alta, a notar el corazón pequeño, a susurrar a orejas vacías, a ponerme la piel de gallina, a besar ,a acariciar con manos de terciopelo, a mirar apasionadamente, a faltarte el aire, a enamorarse, a…vivir.

Hay una luz que nunca se apaga




Llévame fuera, esta noche
Donde haya música y haya gente
Y sean jóvenes y estén vivos
Conduciendo en tu coche
Nunca nunca quiero ir a casa
Porque ya no tengo ninguna.

Llévame fuera, esta noche
Porque quiero ver gente
Y quiero ver vida
Conduciendo en tu coche
Oh, por favor, no me arrojes a casa
Porque no es mi casa, es su casa
Y ya no soy bienvenido

Y si un autobús de dos pisos
Se estrellara contra nosotros
Morir a tu lado
Es una forma tan celestial de morir
Y si un camión de diez toneladas
Nos matara a ambos
Morir a tu lado
Bueno, el placer, el privilegio es mío.

Llévame fuera, esta noche
Llévame a cualquier sitio
No me importa, no me importa
No me importa
Y en el paso oscurecido pensé
Oh, Dios, mi oportunidad ha venido al fin.
(pero entonces un extraño miedo me asió
Y no pude preguntar)

Llévame fuera, esta noche
Oh, llévame a cualquier sitio
No me importa, no me importa
No me importa
Conduciendo en tu coche
Nunca nunca quiero ir a casa
Porque ya no tengo ninguna.
No tengo ninguna

Y si un autobús de dos pisos
Se estrellara contra nosotros
Morir a tu lado
Es una forma tan celestial de morir
Y si un camión de diez toneladas
Nos matara a ambos
Morir a tu lado
Bueno, el placer, el privilegio es mío

Oh, Hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga

Escrita por The Smiths

martes, 24 de agosto de 2010

Caza baldía



Rasco las huellas del desanimo inmerso en una madeja de versos y oculto mi cara al fiero sol que me desgarra por dentro.

Y por la noche todo es soledad. Y por el día mi sueño vence al hambre de explorar nuevos mundos y huir de mis pies que me atan al presente.

Todo lo que veo es pesadez. Mis manos a penas se mueven por el teclado y deshilachan ideas atormentadas de un cerebro enfermo, que gimen en silencio por no poder decir como se sienten, por no poder poner en la garganta deseos que atenazan un corazón ambiguo.

Si todo el amor que me rodeara fuese suficiente para escapar de este sufrimiento….Si los besos y caricias que perdí se encontraran, aunque fuera en otro cuerpo…

¿Y si deambulo por los callejones de mi mente atroz, oliendo ese nauseabundo olor a algo que ni yo mismo puedo explicar?

El reloj ya ha marcado su hora final. La rueda sigue moviéndose y yo con ella. Pero no se a donde va mas es muy tarde para bajar, es muy tarde para comprender que el camino tomado quizás no fue el más adecuado. Que tal vez la dicha no me sea presa y que mi caza termine siendo baldía.

lunes, 23 de agosto de 2010

El simulacro (cuarta parte)



El día del entierro el sol resplandecía por donde la vista pudiera abarcar, y a pesar de ello, fue un día triste. Tal y como dejó escrito es su ultima voluntad fue enterrado bajo un gran roble que dominaba una colina, muy cerca de la mansión familiar, y donde el señor pasó la mayoría del tiempo desde que su esposa falleció. De hecho, ella se encontraba presente, en la tumba de al lado.

La doncella lloraba desconsoladamente, aunque ella no podía apartar de su mente la imagen del gran pene del señor entre sus pechos, cada vez que la volvía a mirar. El ama de llaves se encontraba compungida y cabizbaja. Había sido toda una vida al servicio de los señores y ahora el final de una etapa la sacudía como el viento del otoño a aquel árbol.

Y el resto del grupo se cerraba con el párroco del pueblo y la nueva inquilina de la casa, cuyo periplo por la misma había sido corto pero intenso. En realidad ella no se encontraba triste. Sentía pena y lástima por el señor, al que a penas había llegado a conocer, pero algo que ya sabía desde el la primera vez que habló con él.

El oficio también fue corto. Los presentes despidieron al párroco y volvieron paseando al interior de la mansión.

-Lo siento mucho. Ha ocurrido todo tan de repente. Esperaba que este momento se postergara lo máximo posible- le dijo ella a la doncella, bajando la colina.

El alma de llaves las había adelantado y les había permitido tener una conversación más privada.

-Si, desde luego- dijo entre sollozos la doncella- Ojalá pudiéramos haber disfrutado de él unos meses más. ¿Qué vas a hacer a ahora?

-Pues no sé. Creo que tomaré el pago de mis servicios e iniciaré una nueva vida lejos de esto, lejos de todo…lo que fui. Quiero cambiar. Hacer cosas distintas y no tener que preocuparme durante una temporada de cómo ganarme la vida.

La expresión de la doncella cambió y la miró asombrada. Sus lágrimas pararon y en su boca se formó una contestación.

-¡Vamos, apresúrate! Tenemos muchas cosas que hacer- gritó el ama de llaves desde delante.

La doncella se quedó con las palabras asomando por la comisura de sus labios y solo se aventuró a decir con voz baja

-Luego hablaremos.

Y aligeró el paso para alcanzar al alma de llaves.

Para cuando llegó a la entrada de la casa comprobó que el conductor estaba entrando en el aparcamiento con la extraña caravana. Al pasar a su lado le sonrió pícaramente. A ella le causó vergüenza y bajó la cabeza, aunque notó un pulso en su sexo.

La comida fue incómoda, taciturna, fría e insípida. Los ojos del ama de llaves se clavaron en los de ella la mayoría del tiempo; hasta que llegó el momento del postre.

- Creo que debería considerar que su presencia en esta casa ya no es necesaria- dijo el ama de llaves cortantemente.

- Tiene usted razón. En cuanto reciba mis honorarios emprenderé mi marcha- respondió ácidamente ella.
La doncella paró de comer y se quedó expectante.

- No sé de que honorarios está usted hablando. En lo que a mí concierne usted solo era una invitada del señor.

Por un momento la ira se apoderó de ella, pero la contuvo en el vestíbulo de las buenas formas.

- El señor y yo teníamos un acuerdo, al cual yo atendí, como pactamos, por el cual se me abonaría una suma, digamos, considerable y únicamente cuando se me haya abonado abandonaré esta casa.

- Mira, putita de altos vuelos, si no te vas esta misma noche llamaré a la policía- respondió gritando el ama de llaves, después de ponerse en pié.

-¡Vieja bruja! ¡Seguro que estás rabiosa por que a ti no quería follarte!- dijo ella intentando liberar su impotencia.

Tras lo cual se marchó a su habitación y comenzó a llorar y a compadecerse por su fortuna. Al poco tiempo la doncella acudió para su consuelo. Se enjugó las lágrimas, acalló su resuello y la recibió como una hermana. A pesar del momento la imagen del pene del señor entre esos pechos le volvió a la mente.

-Perdona, pero antes de que digas nada hay algo que tengo…necesito contarte- dijo la doncella.

-En realidad el ama de llaves no es que no quiera pagarte, es que no puede. He de confesarte que el señor estaba casi en la ruina. Había ido dilapidando su fortuna con los años y lo único que queda es un pequeño remanente para los gastos corrientes de la casa.

Ella se quedó sin habla. No comprendía que había sido engañada y tampoco sabía la profundidad de dicho engaño…hasta el momento. La doncella continuó la historia.

- Todo empezó con la primera. Sí, no te sorprendas. Hubo otras antes que tú. Al principio el señor sólo quería despedirse de este mundo con una sonrisa en la boca, pero se le ocurrió la idea del simulacro. Y entonces todo cambió. Se excitó de tal manera que consiguió canjear la fidelidad a su esposa por la pasión más mundana. Así fue como poseyó a la primera…

- No me lo puedo creer. Soy una ingenua.

- Después hubo muchas otras. Primero las engañaba con la excusa que utilizó para engañarte, luego las poseía y luego las despedía alegando que no habían sido de su agrado.

-Soy una tonta, una puta tonta- sollozó- ¿Y tu cómo sabes todo esto?

La doncella se enrojeció un instante.

- Al principio me limitaba a espiar, pero una vez que el señor me sorprendió, me tomo para sus juegos sexuales. Sí, fui su testigo ejemplar, y participé muchas veces en numerosos simulacros.

- Me habéis utilizado. El señor ya está muerto, pero ojala te murieras tú ahora mismo- gritó ella y rompió a llorar.

Y la doncella se quedó cabizbaja. Y la culpa se apoderó de ella, como el deseo lo había hecho anteriormente. Y la pena que la afligía llenó la estancia.

viernes, 20 de agosto de 2010

El simulacro (tercera parte)


Ella tomó su pene en la mano y comenzó a frotarlo de arriba abajo, primero lentamente y luego fue tomando mayor ritmo. Rápidamente su miembro se puso erecto y el conductor comenzó a gemir con cada caricia.

La doncella bajó instintivamente su mano desde su boca hasta su pecho y lo acaricié sutilmente. El señor no perdía detalle de cuanto estaba aconteciendo y notó que su miembro tomaba la misma rigidez que la de su empleado.

Cuando puso los labios sobre el pene del conductor, un pequeño jadeo huyó por su boca, y aprovechó para mirar a sus espectadores, lo que hizo que, extrañamente, se excitara aún más. No parecía que fueran simples testigos, parecía que se envolvían del ardor que emanaba de sus cuerpos y se mezclaba enrarecidamente con el aire de la estancia.

El señor comenzó a tocarse el miembro por encima del pantalón de manera lasciva y procurando que ella se diera cuenta. La doncella, que permanecía alejada de los devaneos del señor, se tocaba los pechos cada vez con más violencia, hasta que uno de ellos saltó de su escote, dejándolo a la vista de los amantes.

Ella engullía el miembro del guapo empleado con una maestría propia de profesionales, mientras miraba directamente a los ojos del señor. Los jadeos del conductor iban en aumento y se empezaron a juntar con los de la doncella, incapaz de contenerlos, a la vez que pellizcaba sus pezones.

El conductor aprovechó la postura en que se encontraban para tocar su humedecido sexo. Ella no pudo ocultar un gemido, con su boca envolviendo su pene.

Cuando el conductor lamió el dedo que había introducido en sus sexo, el señor desbrochó sus pantalones y empezó a masturbarse sin disimulo. Ella y la doncella se dieron cuenta al mismo tiempo del descomunal tamaño del pene del señor. Ella pensó que no le extrañaba que se hubiera pasando toda la vida haciendo el amor con su mujer, y que se podría haber considerado afortunada por poder disfrutar de aquel miembro.

La mera visión del pene del señor hizo que se excitara todavía más, y queriendo huir de la visión y al mismo tiempo dar suelta a su excitación, se dio la vuelta y se puso a horcajadas encima del conductor. Éste pareció disfrutar del nuevo placer, y mientras ella parecía cabalgarle salvajemente, el guapo y fortuito amante masajeaba sus pechos con devoción.

La doncella ya no perdía detalle del movimiento de la mano del señor sobre su pene y sin apenas pensar en lo que hacía se arrodilló junto a él y dispuso sus pechos junto a aquel gigantesco pene.

El señor se sentía más excitado que nunca. Dejó de tocar su miembro y lo introdujo entre los pechos de la doncella que gimió casi tanto como si lo hubiera introducido en su ya húmedo sexo.

Ahora los jadeos de todos se mezclaban en aquel coro de placer. Aquel simulacro se había transformado en algo que nadie esperaba, o tal vez, en lo más profundo de sus ocultos deseos, sí.

Ella cabalgaba sobe el miembro de su amante casi con locura. El retenía su eyaculación en el fondo de sus testículos. La doncella imponía su propio ritmo a sus pechos, mientras su cara se desencajaba por el morbo y la lascivia. El señor gemía y se retorcía en su butacón frente al placer que estaba recibiendo.

De repente notó que ya no podía más y dando rienda suelta sus emociones se dejó caer sobre su amante mientras que aquel maravilloso orgasmo la dominaba por completo. El conductor tomó sus nalgas y las abrió bien con sus manos para proceder a continuación a volver a taladrarla con su pene.

El señor no paraba de gemir frente al espectáculo que estaba presenciando, frente al batido de pechos sobre su pene, frente a la apertura al deseo de aquel sexo.

El conductor no pudo retenerlo más y un río de semen inundó las entrañas de aquella muchacha, contratada para una ultima voluntad y apresada por su propio deseo. Uno, tras otros los espasmos del aguerrido joven la inundaron con el fluido de la vida, y se sintió satisfecha y feliz de haber aceptado aquel simulacro.

Los ojos del señor parecieron tornarse amarillos. Sus venas engrosaron en su cara y su tono de piel se convirtió en un morado pálido. La doncella se dio cuenta enseguida que el momento había llegado y levantándose casi de un salto se acercó a la cama.

-¡Rápido, es el momento! El señor se está muriendo.

-¿Qué, ahora?- preguntó ella.

Pero una leve mirada al butacón le hizo darse cuenta de que hablaba en serio. Así que sea alzó de la cama y, con el semen del conductor saliéndose de su interior y resbalando por su entrepierna, se sentó encima del señor y de un solo golpe aquel monstruoso falo inundó su sexo.

Parecía todavía más duro que lo había visto y casi le dolía. Pero utilizando el semen que todavía se hallaba en su entrepierna como lubricante pudo empezar un vaivén, suave al principio, que fue acelerando hasta límites insospechados.

El señor, entonces, volvió otra vez a gemir y a jadear. Sus manos, moradas y con las venas a punto de estallar, tocaron sus pechos y estrujaron sus pezones. Ella volvió a sentir que otro orgasmo empezaba a surgir y que pronto encontraría el camino hacia la superficie.

La doncella aprovechó que el conductor seguía excitado por lo que estaba contemplando y su pene se erguía todavía orgulloso, para deshacerse de sus bragas y sentarse sobre su falo, para cabalgarlo como ella lo había cabalgado antes.

Pasaron solamente unos pocos segundos hasta que ella notó como volvía a ser inundada de semen, esta vez del señor, y hasta que ella misma alcanzaba su segundo orgasmo, y hasta que el conductor volvió a eyacular, y hasta que la doncella, por fin, pudo lograr su ansiado placer.


Y una vez que la tormenta había pasado, que todos se encontraban exhaustos, ella levantó la cara del pecho del señor, donde se había dejado caer, y comprobó que éste ya no se encontraba en este mundo. Había fallecido con una sonrisa en su boca, quizás recordando a su amada mujer. Ahora, tal vez, podrían encontrarse nuevamente para seguir amándose por toda la eternidad.

miércoles, 18 de agosto de 2010

¿Cuan pronto es ahora?



Soy el hijo y el heredero
De una timidez que es
Criminalmente vulgar
Soy el hijo y el heredero
De nada en particular

Tu, calla la boca,
¿Como puedes decir
Que hago las cosas mal?
Soy humano y necesito ser amado
Simplemente como todos los demás.

Soy el hijo y el heredero
De una timidez que es
Criminalmente vulgar
Soy el hijo y el heredero
De nada en particular

Tu, calla la boca,
¿Como puedes decir
Que hago las cosas mal?
Soy humano y necesito ser amado
Simplemente como todos los demás

Hay un club, si te gustase ir
Podrías encontrar a alguien
Que realmente te amara
Así que vas y te quedas solo
Y te vas solo y vas a casa
Y lloras y quieres morir

Cuando dices va a pasar “ahora”
Bueno, cuando quieres decir exactamente?
Mira, ya he esperado demasiado tiempo
Y toda mi esperanza se ha ido.

Tu, calla la boca,
¿Como puedes decir
Que hago las cosas mal?
Soy humano y necesito ser amado
Simplemente como todos los demás

Escrita por The Smiths

lunes, 16 de agosto de 2010

El simulacro (segunda parte)



Un escueto anuncio en el periódico fue su primer contacto. “Hombre enfermo necesita mujer joven para último deseo.” Lo que le llamó la atención del anuncio fue su decoración, casi decimonónica. Una filigrana remataba el texto, y lo diferenciaba del resto de la sección de contactos.

En la entrevista comprobó que era un hombre distinguido.

-Perdón, señorita, pero creo que la pondré en antecedentes. Espero que no se ofenda por las palabras que le voy a decir, pero no son nada más que la realidad de una vida, dedicada por completo a una persona y al amor. Mi mujer falleció hace relativamente poco tiempo. Como podrá apreciar en este retrato era una persona realmente atractiva, incluso hasta sus últimos momentos. Yo estaba profundamente enamorado de ella. Podría decir que desde el mismo momento en que la ví. Cuando nos casamos era otra época y las formas había que respetarlas por encima de todo. Pero notamos una fuerte pasión entre los dos. Pronto descubrimos que no solamente era amor. Nuestros cuerpos se incitaban con cada leve roce y fuimos descubriendo el sexo como algo natural. ¡Que recuerdos acuden a mi mente! Cada día era un nuevo descubrimiento, un nuevo amanecer a los placeres de la carne. Hacer el amor se convirtió en el motor de nuestras vidas, hasta el punto que siempre que podíamos lo hacíamos. Sus caricias en mi piel….- su narración paró y retuvo un nudo en la garganta y contuvo una furtiva lágrima- Bueno, no me gustaría ser cansino. En definitiva amé a mi mujer en cuerpo y alma cada día que estuvimos juntos. Lamentablemente fue arrebatada de mis brazos por una extraña enfermedad, de la cual no se conoce cura, y aunque no presenta síntomas evidentes sus efectos son fulminantes. Su extraño final llega hasta el punto de encontrarse bien y en pocos minutos perecer.

-¡Que pena! Su historia parece tan bonita.

-Y lo es, de hecho. Pero no la he traído aquí para contarle su historia, si no para contarle la mía. Como quiera que el destino y la fatalidad se unieron bajo las paredes de esta casa, y la muerte encontró un atajo hasta mí, pues, aunque esta extraña enfermedad no es absoluto contagiosa, me encontré padeciéndola yo mismo. Quizás estábamos predestinados a encontrarnos y vivir y morir juntos.

- Oh, lamento oír eso.

- Aprecio sus condolencias, pero mi mente ya ha aprendido a aceptar lo inevitable. Es más, estoy preparado. Los médicos me han confirmado que ya he superado mis expectativas de vida, y que, al igual que mi mujer, la parca vendrá a por mí en cualquier momento.

- ¡Cuánto lo siento! Entonces… ¿qué último deseo tiene?

-Bien, me alegra que lleguemos a este punto, pues es el verdadero objeto de esta pequeña reunión. Como en vida siempre disfruté del sexo en cada día que pasé con mi esposa, quería despedirme de este mundo con un último momento de placer, con una última comunión con el universo. Un paso de lo terreno a lo divino imaginándome que estoy con mi esposa una última vez.

-Pero, oiga, ¿que se ha creído que soy?- preguntó indignada.

- Lamento que se lo tome como lo que no es y que no haya ido al grano con anterioridad. Nunca le fui infiel a mi mujer, jamás. El amor que nos profesábamos era tan grande que no nos hizo falta buscarlo en otros lugares. ¿Cree usted que sólo busco el placer de un momento? Si quisiera eso podría buscar cualquier prostituta, que me costaría sensiblemente menos. Y vuelvo a disculparme si cree que la estoy comparando con una. Busco una persona con la que compartir un último momento, como los momentos que compartí con mi mujer. Y en el instante que miré su fotografía sentí algo que me hizo creer que con usted podría obtenerlo. Lamento si he malgastado su tiempo, pero creo que usted dispone más ahora del que yo dispongo. El ama de llaves la acompañará a la puerta.

- Perdón por mi actitud, pero es una proposición sumamente extraña. Reconozco que en estos momentos mi situación económica está pasando por un bache y que el dinero me vendría muy bien…

-Piénseselo, por favor. Y hará feliz a este pobre viejo. Pero no tarde mucho, ya sabe que mi tiempo se acaba. Los últimos granos de arena de mi reloj se escabullen con cada instante que perdemos hablando.

-Está bien. Creo que aceptaré su proposición.- contestó tras unos segundos pensándolo.

-Ah, perfecto. Muchas gracias. Ahora le informaré de los pormenores de nuestro pequeño acuerdo….

sábado, 14 de agosto de 2010

El simulacro (primera parte)


- ¿Está segura que ha entendido las condiciones de nuestro acuerdo?- preguntó ansioso.

- Sí, por supuesto.

-Pues entonces a partir de mañana puede usted mudarse. Su habitación ya está preparada. La doncella y el ama de llaves le proporcionaran cuanto necesite. La espero a primera hora. Ya sabe que cada segundo es importante.- le comentó con semblante serio

-No hace falta esperar hasta mañana. Tengo la maleta en el coche. No es muy grande. No suelo viajar con mucho equipaje…- y en su voz se notó una mezcla de nostalgia y angustia.

La habitación no era gran cosa, pero era lo mejor que había podido conseguir en meses. Un techo seco y un plato de comida caliente era todo lo que necesitaba.

El ama de llaves la miró despectivamente, mientras le indicaba las normas de la casa. Parecía mentira que aún permanecieran casi intactos edificios como aquel. Debía ser por lo inhóspito del paisaje, o tal vez, por el cuidado del señor del lugar, auténtico artífice del aquel milagro.

-¿Eres tu la que…?- una voz joven irrumpió en la habitación sin avisar.

La doncella la miraba asombrada, conteniendo una tímida sonrisa en sus labios.

-Sí- dijo bruscamente.

No sentía vergüenza por lo que iba a hacer, pero no estaba dispuesta a que nadie la juzgara por ello.

La noche fue fría, como el lugar. La cena caliente no llegó a calentar su espíritu como esperaba, pero aguardó al alba para poder respirar de nuevo.

Aquel primer día no fue especialmente duro. Acompañó al señor a su rutinario paseo matinal después de desayunar. Después fueron al pueblo.

El protocolo impuesto por su acuerdo les obligaba a ir en aquel extraño vehículo, más cercano a una caravana que a un coche de lujo. Pensó que el conductor era guapo, y que, en otras circunstancias, podría haber jugado a la rueda del amor. Quizás en otro momento, quizás después de…

- Señorita, ¿puede venir a mi habitación?- fue el escueto ruego que recibió esa misma noche.

Era una habitación muy grande y, al mismo tiempo, transmitía una tristeza sobrecogedora. El retrato de su difunta mujer, en el centro de la estancia, dominaba todo el lugar.

-Discúlpeme si la incomodo, pero me ha surgido una duda que, creo, debemos aclarar cuanto antes.

-Usted dirá.

-Se me plantea la cuestión de si, llegado el caso, será capaz de actuar rápidamente. Piense que puede ser cuestión de segundos.

Tras unos segundos en que se debatió entre la cordura de su permanencia o la locura de una salida fuera de tono, venció lo segundo.

-¿Está usted dudando de mi….profesionalidad?- preguntó encolerizada.

- No, por favor. No se lo tome a mal, pero creo que en este caso está justificado. Es más, estaba pensando que podíamos hacer una prueba del protocolo. No está de más estar preparados y considere que un simulacro siempre se realiza en casos de emergencia.

No podía creer lo que estaba escuchando. Pensó que claramente se estaba extralimitando y que aquello no estaba incluido en el trato, pero rápidamente ideó una forma de sacar provecho de la situación antes de enfurecerse.

-Considero adecuado la realización de un simulacro, pero, dado su estado de salud, creo que sería más conveniente su realización por una persona que pudiera dar fe de mi actitudes de una manera más… imparcial- dijo socarronamente.

El señor se quedó petrificado y ocultó una indignación creciente en su rostro. Sacó una pastilla de un bolsillo de su bata y la engulló, ayudado por un vaso de agua que había en una mesita cercana. Ella sonrió ligeramente al pensar que había devuelto el golpe.

-¿Y había pensado en alguien para tal menester?

Aquella no era la reacción que estaba esperando, pero de repente la imagen del guapo conductor acudió a su mente.

-Sí. Me parece que el chauffeur es el único hombre de la casa, a parte de usted, y dado, su evidente buena condición física podría cumplir adecuadamente ese cometido.

-¡Que desfachatez! ¡Con el chauffeur!- el señor no pudo contener más su ira, pero rápidamente se calmó.

-Está bien- continuó hablando- pero para cerciorarme me gustaría estar presente en el simulacro.- y concluyó con una sonrisa en su boca.

- Me parece justo. Pero creo que también debería acudir otro testigo para asegurarse que el procedimiento es totalmente imparcial. ¿Quizás la doncella?

El señor se quedó refunfuñando entre dientes, pero el trato estaba zanjado y pactado para la noche siguiente.


La noche se abrió camino lentamente y, a pesar de que el día se planteó lleno de actos, el simulacro rondaba su cabeza cansinamente. ¿Cómo podría haber aceptado semejante trato?

A la hora pactada el señor aguardaba en su habitación, sentado en un butacón frente a la cama. La doncella, nerviosa, se apoyaba en la butaca y trataba, inútilmente, de no comerse las uñas.

-Buenas noches- saludó el señor- El chauffeur acudirá enseguida. Puede ir usted preparándose.

Nunca pensó que estaría a punto de hacer eso. Se deshizo de su falda y de su blusa y las colocó en una silla junto a la butaca del señor. Éste pareció sorprendido, y a la vez, agradado por la visión de su juventud.

Terminó desabrochándose el sujetador y lanzándolo a la silla. Sus grandes pechos saltaron enseguida, agradecidos por su liberación.

El señor se quedó con la boca abierta admirando, una vez más, su cuerpo. La doncella dejó de comerse las uñas y a pasar sutilmente la lengua por la yema de sus dedos.

Finalmente se deshizo de las bragas y se tumbó en la cama. Su sexo, desnudo y depilado, apareció ante la ojos de los presentes. Curiosamente no se encontraba inquieta, si no, que empezaba a notar una extraña excitación, creciente, en su entrepierna.

Sin que nadie se percatarse de su entrada, el conductor saludó. Dejó la gorra encima de la silla, justo encima de sus bragas. Lentamente se desabrochó la camisa y dejó a la vista su espléndido torso. Sus músculos se le notaban bien marcados. Su pecho, depilado, incitó directamente el deseo en el sexo de ella, que se mojó de inmediato.

La doncella comenzó intuitivamente a introducir un dedo en su boca y a lamerlo como si fuera un pene. El señor comenzó a ponerse rígido en su butaca. Una tímida gota de sudor se atrevió a resbalar por su frente.

El conductor acabó de desnudarse dejando a la vista un pene de tamaño considerable, y se tumbó junto a ella en la cama. En aquel momento recordó por qué se encontraba allí.

martes, 10 de agosto de 2010

Soledad


Soledad, te reflejas en mis noches.
Altiva y omnipresente te nutres
De mi alma cautiva.

Soledad, presente en mil lunas
Atraes devaneos a mi cantina
Y robas mis soles.

Soledad, no te brindo loes
Ni quiero tus cruces
Ni tus palabras asesinas.

Soledad, dame tu cura
Y no te muestres felina
Que detesto tus dones.

lunes, 9 de agosto de 2010

Corazon torturador

Docenas de cadenas la envolvieron, a cada cual más fiera. Su cuerpo se estremecía. Su piel sangraba y en su prisión sólo sus gritos se oían.

Cada noche su carcelero entraba a contemplarla. Cubría su rostro tras una capucha y se dedicaba a alimentarla directamente de sus manos. Al finalizar le acariciaba la espalda y se marchaba, como entraba, sigilosamente.

Creyó que la felicidad era sólo un recuerdo de otra vida. Olvido incluso su nombre. Sólo las llagas le hacían resucitar el ansía por seguir viviendo.

A doce pasos de su eterna prisión la esperaba. Siempre presente y nunca visible, aguardando el momento en que ya no sintiera, en el que el dolor se esfumara. Pero ese instante se escabullía todas las noches cuando volvía a oírla, cuando volvía a verla.

¿Cómo podía su alma encerrar tanta ira? ¿Cómo si quiera podía llamarse humano después de lo que estaba haciendo?

Su peso y su voluntad fueron menguando y su cuerpo, antes deseable, se convirtió en un amasijo de piel y hueso, incapaces de evocar ningún deseo. Su voz casi fue desapareciendo. Su pelo se convirtió en una rala presencia. Sus manos, antes blancas y suaves, se llenaron de pupas moradas. Su cuerpo en sí, iba preparando el camino hacia su último momento.

Y entonces ya no sintió dolor. Y entonces, por fin, se apiadó de ella. Ya no le importó que le hubiera sido infiel. Ya no le importó que se hubiera reído de él. Ya no le importó que le hubiera convertido en un monstruo.

Cuando el alba llegó, la despojó de sus vínculos con el sufrimiento. La tomó en sus brazos y le mostró su rostro. Una mueca de sorpresa y de horror recorrió su cara un instante fugaz. Ya era demasiado tarde, su alma había emprendido el último viaje.

Y de sus ojos lágrimas brotaron. Y bañaron la cara de, en tiempos, su amada, y ahora torturada. La pena y la clemencia llegaron a destiempo, y ahora sólo le quedaba la autocompasión. Pero no lo soportó y decidió darse el castigo que necesitaba.

Cuando el sol ya estaba totalmente en el horizonte, su cuerpo yacía yermo sobre el de su amada. Un corazón torturado y torturador que impuso su cruel ley es todo lo que fue. Y los días se repitieron y los años pasaron mas nadie nunca llegó a entender el porqué de sus acciones.

viernes, 6 de agosto de 2010

Tus deseos, mis órdenes


“Dame tu vida”

“Mi vida, mi alma, mi ser, mi esencia… son todas tuyas. Mézclalas contigo.”

“Oblígame a quererte”

“Te doy la libertad de amarme, de tomarme a tu antojo, de saciarte de amor.”

“Gime en mi oído.”

“Mis sentidos se embotarán de tu deseo.”

“Apártame del mundo.”

“Te tiendo mi mano y te comparto con la tierra.”

“Hazme feliz.”

“Haré que te quieras a ti misma.”

miércoles, 4 de agosto de 2010

La evocación


La luna despierta sutilmente mi son
Acaramelada y complaciente
E impongo a mi ser tal condición.
El claro de nostalgia se disipó,
Permanece aún ausente
Solo un rayo yergue su tesón
Y lo evito y esquivo con sutilidad.

La calle me vuelve a invitar a aullar.
Sus rincones reclaman una última exacción.
El deseo resbala por mi mente.
Aun queda tiempo para la pasión.
La encuentro debajo del dolor,
Y tu recuerdo me la devuelve.
Envuelta intacta entre algodón.

La música vuelca mi devoción.
Aunque parezca un accidente
Sigo notando latir a mi corazón.
Nadie al final me lo robó.
No parece nada coherente
Pensar en algo llamado amor
Y por la lujuria dejarse llevar.

Mas entre la marea te veo una vez más.
Arañando rayos dorados al sol.
Meciendo tu ser sutilmente
Gritando sin voz
Que aún podemos ser dos
Que las brasas siguen ardientes
Y que nuestro reloj todavía no se paró.

Por mi alma



Siempre supe que es mejor
Cosechar bien el dolor
Que sembrar el optimismo.

Y si alguna vez me sonrió
Creo que fue con razón
Simplemente un espejismo.

Conmigo nada es fácil
Y todo lo que sé
Es que no sé por qué

Mis ojos se han cansado ya
De tanto llorar
Mi boca se ha secado ya
De tanto gritar

Porque no encuentro forma alguna
De explicar
Que es lo que pasa
Por mi alma.

Busco la sal en un mar congelado.
Ansío lamer las heridas del pasado.
Desenfundo un nuevo día.
Y lo clavo contra mi apatía.
Retuerzo el tajo casi desangrado.
Extrayendo trozos de mi alma intactos.
Los guardo en mi punto de mira
Y los disparo sin puntería.

Siempre supe que es mejor
Acallar el corazón
Que iniciar un cataclismo.

Y si alguna vez se me ocurrió
Creo que fue solo un error
Disfrazado de cinismo