jueves, 29 de abril de 2010

La pena



Bajo mi saya, mi alma plagada de yagas, y tras la pústula el horror.
Si todo fuera hacia abajo, el infierno brillaría con la luz de los caídos.
Si todo no fuera tan alto, no me sentiría tan pequeño.
Una minúscula partícula en un universo de caos.
Girando en espiral, alardeando de entropía.
Queriendo sentir más, pero el cosmos ansía bravío su bondad.
¿Y no es peor mal que el de sentirse entendido?
¿Y no es peor desdicha que la mera mención de su horror?
Quizás todo dé otra vuelta, y la luz penetre en mi agujero negro,
quizás un cometa me revele el camino.
Pero mirando al cielo y, aclamando mi quebrada voz,
impongo una condena a este momento postrero,
a este vacío del espíritu,
que me despedaza la esperanza,
que me doblega el corazón,
que susurra palabras finas cuando sabe que no estoy,
y blande su fiera lanza contra este pobre pecador.
Y quizás espere una mirada cómplice del destino,
un entuerto del futuro,
un ocaso del fracaso o
una ventana al amor,
aunque sólo se que en mi trono ya no anida nadie
y que sólo la pena es mi fiel compañera.

domingo, 25 de abril de 2010

Alma perdida


Creo que ya ha llegado el momento. Hace a penas unos minutos el reloj ha martilleado mi cerebro doce veces, el gato maulló y se fue de casa, la vecina tocó al timbre tres veces y tu jadeaste una última vez. Definitivamente es la hora. No me queda más remedio que romper mi voto de silencio y contarte lo que un día se me antojó horrible. Aunque no creas que no me duele decírtelo. Aquella vez no fue la primera pero si la más espantosa. Las calles eran grises como la mitad de la gente que circulaba por ellas. El día era felino y escurridizo. Encontré un lugar llamado deseo a escasos dos metros de ti. Lo unté de vicio y perdición, y lo tendí a secarse al sol. Como el alba no llegaba le di un mordisco vil y, antes de escupirlo sobre ti, lo tragué a regañadientes, y me abrasó la garganta. Una y otra vez diez mil flores acudieron al encierro del amor y al entierro del te quiero. Y no creas que el alma se me fue huidiza, ni que encontré otra media fruta. Fueron las ganas de saltar del acantilado, las iras del pasado, que me empujaron a la sin razón. Era hermosa y cuando su último aliento salió por su boca me quedé mirándola. Realmente no sabía lo que había hecho, pero el asco a mí mismo se aposentó a mi cuerpo como el moho a la podredumbre. Y he aquí que sin querer desvelarlo, el corazón delator me patea el espíritu, me hiere de responsabilidad, me rocía de culpa, me despoja de piedad y me arroja al mar. Ahora haz lo que tengas que hacer, no busques ni preguntes por mi alma, porque ya la perdí.

sábado, 24 de abril de 2010

El traqueteo metálico me relaja.
Ya no sudo.
De hecho ya no siento calor, ni nada.
Dejé mis sentimientos aparcados en mi locura.
Como una danza tribal, mi corazón marca el ritmo, fuerte y potente.
De repente, un escalofrío recorre mi sien.
Mi ser se retuerce, mi cuerpo trata de escapar, pero ya es demasiado tarde.
Tarde para volverse atrás y empezar de nuevo, la decisión ya está tomada.
En un último momento cierro los ojos.
Quiero que tu cara se refleje en mi cerebro, como lo hizo en la vida.
Quiero que el rayo de esperanza traicionero que me llevó a ti quede atrapado, sujeto por sus amorfos pasadizos de crueldad.
Quiero que todo gire.
Es el momento.
La ruleta comienza su juego.
Las fichas están sobre la mesa y la bala está cargada.
El traqueteo metálico me relaja.
Mi dedo perverso explora y estalla la reacción.
El percutor incide encolerizado sobre la minúscula capsula.
La pólvora cumple su misión.
Ahora puedo sentir.
Calor y fuego….
Silencio.

sábado, 17 de abril de 2010

La ejecución



El polvo era espeso y su sabor en la boca empapaba sus sentidos. A lo lejos las sombras se desvanecían, como el día. El intenso sol mermaba la poca lucidez que le quedaba. La soga empezaba a ser su compañera. No había querido esconder su rostro tras una capucha, como los demás. Quería mirar directamente a los ojos a la gente que le quería ver muerto. Allí se encontraba el representante de la ley, envuelto en bravuconería. A su lado el alcalde y cacique local sonreía satisfecho. Numerosa gente había venido desde pueblos vecinos a presenciar el espectáculo. Pobres ignorantes, que habían acudido a la representación de su propio fracaso. El sudor corría por su frente. Intentó por un momento mirar a ese sol que le quemaba la piel y las ideas y encendía la mecha de su muerte. No lo consiguió y cerró los ojos para mirar en su interior. Allí estaba ella, yaciendo desnuda en la cama, con los ojos faltos de vida. Una lágrima se mezcló con el sudor que bañaba su cara. La hora había llegado. El juez bajó de la diligencia y se dirigió rápidamente hacía su asiento. Todos se quedaron expectantes. Dijo unas palabras y la masa comenzó un fervoroso aplauso, que sólo decapitó la orden de la ejecución. El verdugo comprobó que la soga estuviera firmemente dispuesta alrededor de su cuello. Sus compañeros se revolvieron debajo de sus capuchas. Entre la multitud un rostro familiar. Una mueca de alegría asomó por la comisura de sus labios. El verdugo se disponía a ocupar su puesto. De repente se oyó un disparo seguido de un alboroto. El barbero dio la voz de alarma y señaló con el dedo al culpable, que corría entre las sombras de la furia. Pronto lo apresaron. El ayudante del sheriff descubrió el rostro que se ocultaba tras la gruesa tela. Era una mujer. Un murmullo de asombro recorrió las recalentadas calles. Era ella y sonreía feliz. La gente no se atrevía a hablar. Estaban viendo a un fantasma, o eso pensaron. La muchedumbre volvió a mirar a los condenados. Él ya había cambiado su nombre por el de exitus y su cuerpo ondeaba como la bandera de los caídos, con la soga cómo único anclaje. Cuando volvieron la vista, ella ya no estaba.

lunes, 12 de abril de 2010

El profesional


Corrió la cortina.
El sol a penas se despertaba perezoso tras las montañas nevadas.
La penumbra se deshizo como la bruma de su cabeza.
Por un momento la contempló.
Parecía tan inocente, envuelta en su sueño.
Se volvió hacia la ventana.
El primer rayo le impactó directamente en los ojos.
Recordó porque estaba allí.
Se acercó lentamente hacía la cama medio desecha.
Miró fijamente a sus ojos cerrados.
Su frente recibió el último beso de sus labios.
Ella se estremeció, y encumbrada por un escalofrío abrió los ojos.
Le saludó con una sonrisa pícara y llena de afecto.
El, sin embargo, mostró la incipiente tristeza en su rostro.
Pasó una mano lentamente por su pelo y se lo apartó tiernamente.
Ella tomó su mano y la besó.
Cuando el sol se hizo fuerte en el horizonte volvió su cabeza para contemplarlo.
De sus labios se atrevieron a salir las últimas palabras que le diría: “Te quiero”. Ella sonrió.
No se percató que en la otra mano empuñaba una pistola.
No vió el cañón apuntando lentamente a su frente.
Ni si quiera oyó el sonido de la pólvora al estallar.
Unos segundos más tarde el volvía a contemplar el sol en el horizonte, de pie junto a la ventana. Ella yacía sin vida sobre la cama, a su lado, su único amor, su último trabajo.

sábado, 10 de abril de 2010

Mi loba


Ven, acércate.

Quiero que me hables, sentirte, aunque sea a través del teclado, si te atreves.

¿O es que acaso el bosque te asusta?

No soy tu caperucita, bueno, quizás si me convences pueda llegar a serlo.

¿Te gustaría asustarme en medio del bosque o prefieres que saque a mi amiga, la loba, a pasear?

Puedo llegar a ser todo lo que tu quieras….Pero no te hagas ilusiones, habrás de estar a la altura.

¿Sabes jugar a esto?

Yo te doy una dentellada y tú tratas de esquivarla y de proporcionarme otra igual de salvaje.

Quizás en medio de la batalla tus colmillos se enreden con los míos y de nuestra sangre brote un beso.

Seguro que lo que considerarías una victoria.

No te engañes.

Me gusta el sabor de la sangre y si veo un poco, mi loba aúlla a la luz de la luna y se lanza a por ella.

Me recuerda a la caza; el olor de la presa entre la espesura, sentir el miedo del animal antes de abatirlo….me relamo las pezuñas sólo de pensarlo.

¿Has valorado tus posibilidades?

Yo ya lo hice.

En medio de un tormento te vi preso de un deseo y quise liberarte para divertirme contigo.

Ahora no pienses que me tienes ganada.

También soy un poco felina, y ronroneo por los tejados y muevo la cola cuando estoy contenta.

Pero me gusta jugar con el ratón antes de cazarlo, ver hasta donde puede llegar.

¿Qué es eso que recorre tu frente?

¿Acaso ya estás sudando?

¡Si acabo de empezar!

¿No te gustaría sentir toda mi potencia, mi lascivia a tu entera disponibilidad?

Seguro que consigo hacer subir tu calentura hasta donde nadie la puso jamás, y relamer todo tu deseo con mi lengua de placer, y construir un mundo del que ya no puedas salir.

Porque, ¿no te lo he dicho?, si caes en mis redes ya no te dejaré escapar, te convertirás en mi ratón y yo en tu gatita y te ronronearé alguna noche que otra, a la luz de la luna, despacito, que no se entere mi loba.

Te dejo ahora que me des una dentellada, pero no creas que has sido tú el osado guerrero, ha sido mi loba que se deja hacer cuando está hambrienta.

Lánzame un beso y lo recogeré y tal vez, lo deje crecer, a ver si madura y entre sus frutos encuentro tu esencia.

Y si la esencia huele a selva, quizás te permita acompañarme a ese lugar, que ya tanto anhelas.