Subimos los deseos,
y caminamos por la torre del fuego.
Hasta alcanzar aquello,
que entregamos al viento.
Una caricia, un nuevo beso...
Y del lazo que formaron nuestros cuerpos
partió un corazón a perder el miedo.
Surgió de la profunda obscuridad
y se escondió tras tu mirar.
Tras tus ojos en celo,
debajo de mi lengua voraz,
encontré un nuevo lugar
al que simplemente llamé el cielo.
Y los sudores se mezclaron con el mar
y los suspiros gritaron “Te quiero”
y la tristeza se tornó fugaz
como antes fue la felicidad.
Esas noches regalamos excesos
que se disfrazaron de pequeños destellos
y recorrimos aquel sendero
hasta que llegó el invierno.