sábado, 27 de marzo de 2010


Era un latido potente, vibrante, que rítmicamente me introducía en la desesperación. ¿Cómo podía si quiera atreverme? ¿Por qué este sofoco?

-¿No me respondes?

Todo parecía parado. Sus verdes ojos me estaban mirando directamente. Seguro que sabía que en el interior de mi cabeza, la presión de aquel latido haría estallar mis sesos.

-¿Qué te ocurre?

Mis ojos pulsaban. Su imagen estaba grabada en mi retina. Un deseo fugaz levemente acariciaba mi espíritu, y cómo un cometa abandonaba mi morada, dejando sólo un frío recuerdo.

-Sí, creo que sí.

-¿Qué sí a qué? Creo que no me entiendes.

La que no me entiendes eres tú. Sí, tú, diosa desafiante, belleza rubia de piel anacarada. ¿No me has oído? ¿No has oído el latido? Está aquí, entre nosotros. Siéntelo, porque me quema.

-¿Qué si quieres algo?

Lo quiero todo, todo de ti. Pero dámelo ya, que creo que mi corazón explotará de un momento a otro. Me arde el pecho.

-----

-¿Qué pasó?
- No sé, yo estaba preguntándole algo y de repente se puso colorado, se agarró el corazón y se cayó al suelo.
- ¿Le conocía hace mucho?
- No ¡Que va! Era nuevo. Yo sólo quería ser amable.
- ¿Y después que pasó?
- Casi no tuvimos tiempo de reanimarlo. Murió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aullame o ladrame