martes, 13 de julio de 2010

El paso


Las nubes se disipan tras el horizonte de cristal.
La bruma ecléctica que rodeaba mi espíritu sigue allí, pero entre los claros puede ver los rayos de soles lejanos pero intensos.
La sonrisa de la media noche me ha vuelto a tocar.
Murphy era un hombre muy listo y dispuso el azar a la carta más inoportuna y siempre en el peor momento. Pero ¡que momento! Sublime, alígero, distante y lleno de dicha.
Que por las mañanas desaparece empujado por la brisa, pero en los dominios del lobo acecha a su presa.
He vuelto escuchar aullidos.
He vuelto a sentir mi corazón latiendo, impulsando algo que creía olvidado: vida.
Y en ese instante de comunión con lo etéreo, he creído divisarla a lo lejos.
Burlona, zalamera como siempre, y provocativa.
Gritó mi nombre y leí sus labios.
Me dijo que diera el paso, que había otros mundos entre ella y yo, pero seguí sin creerla.
¿Cómo creer a algo que esperabas rozar con la yema de la esperanza y te arrastraba tormentosa por el barro de la decepción?
¿Cómo seguir lo que nunca vislumbraste?
Aunque el paso ya estaba dado y sólo podía esperar el alivio de un momento fugaz o la caída eterna a los infiernos.

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