sábado, 3 de octubre de 2009

Espiritu afin


Me siento disperso. La felicidad era sólo un suave velo, marcado con una leve sonrisa, que se posaba en mi cara a ratos quebrados. Los fríos de los silenciosos pensamientos estremecen mi quietud, como el hielo que flotaba en mi copa ya vacía. Sin embargo aquel recuerdo, vano, aislado y sitiado en el interior de mi mente, se resiste a capitular, por más que los ecos del presente intenten tumbar mi ánimo.
Hubo un momento en que todo hubiera sido una palabra que no representaría lo que estaba dispuesto a hacer por ella, simplemente se quedaba atrás, abandonada en el diccionario de vocablos amorosos.
Hubo otro momento en que la sutil brisa de la rutina llegó a nuestros corazones, empujando sentimientos y barriendo la pureza de antaño. Así, sin más, sin poder evitarlo o pudiéndolo haber evitado, pero con la convicción de que era algo lógico y normal.
Y los días se convirtieron en semanas, y tras las semanas los meses se agazapaban y adelantaban a los años que, postrados por su fracaso, se tenían de azul y de gris.
Las ideas de antaño, joviales y llenas de vida, dieron paso al tedio, la monotonía y la falta de cariño, como un guiño de la muerte, que te avisa que el final está cerca, y que si te descuidas, te atrapará cuando menos te lo esperes.
¿Pero que puedo hacer para sortear la vida? ¿Qué puedo hacer para esquivar atolladeros e infundirme el valor necesario para seguir hacia delante?
Quizás otro espíritu afín encuentre mi camino y me guíe de la mano, por senderos de plata y oro, pero llenos de peligros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aullame o ladrame