sábado, 6 de febrero de 2010

Niña triste



Miraba con los ojos para adentro, hacía su alma. Buscaba un atisbo de lo que en un tiempo ardió, pero no lo hallaba. Y de tanto mirar para adentro sus ojos empezaron a sangrar lágrimas, y de tanto dolor el alma se le heló. Fue como una interrupción de su vida, un volumen que descendía hasta los confines del desanimo. Y exclamé con fuerza desde lo más profundo de mis sentimientos:

“Niña, vuelve tus ojos y mira hacia el exterior.”
“Niña querida, deja que mi dedo enjugue tu llanto.”
“Niña mimada, que con la pena espantas la alegría.”

Pero ella no respondió. Se quedó dormida en su interior, meciéndose con el dolor. Ahogando suspiros de desgarro.

“¿No ves que no lo merece?”
“¿No presientes que habrá más?”
“¿No me haces el favor de escuchar?”

Y con la mañana fría llegó su espanto y con su espanto, el desgarro, y con el desgarro el dolor terminó.

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