viernes, 24 de septiembre de 2010

La guarida



Subía con pie firme, lento encanto acaramelado. Como una nube de sopor, su fuego lo inundó todo. Los espejos eran viles y temblaban ante su presencia. Y como un manto fugaz, tomó rumbo a sus aposentos. Dentro, él la esperaba. Piel firme, barba poblada. Sus bocas se buscaron entre un encuentro esperado, entre dos soles de encanto el abismo se salvó. Y con el nuevo influjo de ardor su pena lentamente decayó. Era el momento esperado, después de tantos meses ocultos tras un teclado. Después de una vida buscándose, se habían encontrado. Habían descubierto un nuevo amanecer, una nueva forma de compartir la carga. Y las rosas llegaron, y las risas, y los vítores y los momentos anhelados…

Mas después de todo, él no era un hombre corriente. Ansiaba liberar su espíritu y dejar de correr, un atisbo de algo que pudiera reconocer como libertad. Y no creyó verlo en ella. No creyó el júbilo. Se quedó meditando tras un manto de desdicha. Dentro de ella se creía cómodo y a salvo del mundo que le obligaba a ser un loco.

Y ella lloró la partida con lágrimas de poesía. Uno a uno, se fueron desgranando versos envueltos con trozos de su corazón, que lanzaba al aire en busca de un abrazo.

2 comentarios:

  1. No todo es lo que uno cree ver, te lo aseguro lobezno. Y se llora por algo más que por partidas. Hay veces que se hace en el dolor compartido.

    Saludos lobezno.

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  2. No quise herir a nadie. Sólo me inspiré. Tomé prestado algo y lo llevó a mi terreno, al de la imaginación y allí nació este escrito.

    Un abrazo Ogro

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