lunes, 12 de abril de 2010

El profesional


Corrió la cortina.
El sol a penas se despertaba perezoso tras las montañas nevadas.
La penumbra se deshizo como la bruma de su cabeza.
Por un momento la contempló.
Parecía tan inocente, envuelta en su sueño.
Se volvió hacia la ventana.
El primer rayo le impactó directamente en los ojos.
Recordó porque estaba allí.
Se acercó lentamente hacía la cama medio desecha.
Miró fijamente a sus ojos cerrados.
Su frente recibió el último beso de sus labios.
Ella se estremeció, y encumbrada por un escalofrío abrió los ojos.
Le saludó con una sonrisa pícara y llena de afecto.
El, sin embargo, mostró la incipiente tristeza en su rostro.
Pasó una mano lentamente por su pelo y se lo apartó tiernamente.
Ella tomó su mano y la besó.
Cuando el sol se hizo fuerte en el horizonte volvió su cabeza para contemplarlo.
De sus labios se atrevieron a salir las últimas palabras que le diría: “Te quiero”. Ella sonrió.
No se percató que en la otra mano empuñaba una pistola.
No vió el cañón apuntando lentamente a su frente.
Ni si quiera oyó el sonido de la pólvora al estallar.
Unos segundos más tarde el volvía a contemplar el sol en el horizonte, de pie junto a la ventana. Ella yacía sin vida sobre la cama, a su lado, su único amor, su último trabajo.

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