jueves, 29 de abril de 2010

La pena



Bajo mi saya, mi alma plagada de yagas, y tras la pústula el horror.
Si todo fuera hacia abajo, el infierno brillaría con la luz de los caídos.
Si todo no fuera tan alto, no me sentiría tan pequeño.
Una minúscula partícula en un universo de caos.
Girando en espiral, alardeando de entropía.
Queriendo sentir más, pero el cosmos ansía bravío su bondad.
¿Y no es peor mal que el de sentirse entendido?
¿Y no es peor desdicha que la mera mención de su horror?
Quizás todo dé otra vuelta, y la luz penetre en mi agujero negro,
quizás un cometa me revele el camino.
Pero mirando al cielo y, aclamando mi quebrada voz,
impongo una condena a este momento postrero,
a este vacío del espíritu,
que me despedaza la esperanza,
que me doblega el corazón,
que susurra palabras finas cuando sabe que no estoy,
y blande su fiera lanza contra este pobre pecador.
Y quizás espere una mirada cómplice del destino,
un entuerto del futuro,
un ocaso del fracaso o
una ventana al amor,
aunque sólo se que en mi trono ya no anida nadie
y que sólo la pena es mi fiel compañera.

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