sábado, 8 de mayo de 2010

El nexo


No siento la ignorancia de la despedida. Sé que ese absurdo momento llegará, pero aguardo la tempestad en mi calma nerviosa. Ella no se ha despertado todavía. Su espalda desnuda me invita a acariciarla una vez más.

Tres horas antes el sol no parecía tan cercano.

-¿Estás mirando algo?- se acercó a preguntar.

Por supuesto que la miraba, más que a cualquier otra. Era un regalo para la vista. Aún así disimulé.

-¿Tu que crees? ¿Y si no, a que has venido?

Ella sonrió y un sorbo de su copa se derramó por su garganta. La música podría haberme hecho estallar los tímpanos en aquel mismo momento, pero sólo podía oír el latido de mi corazón.

-¿Quieres bailar?- me atreví a preguntar.

-Ya estoy bailando- contestó socarronamente y rió.

Era la señal. Su cuerpo se movía en una frenética carrera al compás de mis pulsaciones. El mío ya había perdido su sostén y se retorcía cadenciosamente, buscando un punto de encuentro.

Seis horas antes observaba las constelaciones.

-¿Ves? Aquella es Escorpio. Y aquella estrella es Alfa librae.

Se giró. Sus ojos brillaban aun más que Alfa librae. Nuestros labios se encontraron un momento, un breve y mágico momento…

-Perdona, no creo que pueda hacer esto...

-Creí que te gustaba….

-Si, pero… en realidad, ya estoy saliendo con otra persona….- siguió hablando, pero no pude escuchar ni un solo sonido más, hasta que su sombra desapareció.

Doce horas antes el autobús paró repentinamente.

El telescopio que ella llevaba salió rodando por el suelo hasta parar en mis pies. Pensé que era un extraño lugar para encontrar una persona con mi misma pasión.

-Gracias por recogerlo. No sé que hubiera pasado si se llega a romper. ¡Me lo acabo de comprar!

- Parece bueno. A mí… también me gusta la astronomía. – dije dubitativamente.

-Si, … bueno, astronomía. Me gustaría entender un poco más, pero sólo se que a veces me quedo maravillada mirando las estrellas…

De repente se dio cuenta que estaba hablando de cosas muy personales con un completo desconocido y paró su discurso y su cara se tornó rojiza.

- Te entiendo perfectamente. Yo, a veces, me siento igual- contesté con una sonrisa.

Pude notar una extraña conexión. Un nexo que nacía de una pasión y que nos llevaba a un punto de unión.

Cinco horas antes ella se vestía nerviosa y con prisas.

- No tienes por qué marcharte, puedes quedarte un poco más.

- Lo siento, pero tengo una extraña sensación, como si esto no estuviera bien. Tengo que marcharme.

-¿Sentirlo? Abre tu corazón y dime lo que sientes. ¿No sientes el impulso tanto como yo?

-No sé. Estoy confundida.

Y la puerta fue único testigo de nuestro nuevo desencuentro.

Tres horas antes la calle estaba en silencio.

Del único bar que estaba abierto apareció ella, rodeada de amigas. Nos miramos solamente una fracción de segundo. Noté el rayo y la tormenta. Ella oyó los truenos. Nos volvimos a girar, nuestros cuerpo anduvieron solos, movidos por alguna extraña fuerza que nos empujaba. Cuando estuvimos realmente próximos nos besamos apasionadamente, ante el asombro de sus amigas.

Seis horas antes leía poesía en un café abarrotado.

Entre el público una belleza no me quitaba la vista de encima. Al finalizar se me acercó.

-Perdona que te aborde de esta manera, pero me encanta la manera en la que escribes, y cómo recitas.

El brillo de su mirada me produjo un escalofrío, un extraño deja-vu. Me quedé prendado de ella. Conversamos un rato, pero tuvo que irse. El último cruce de miradas produjo un breve momento de nexo.

Doce horas antes paseaba por el parque.

Ella pasó y me miró nerviosa. Yo a penas le di importancia a un leve hormigueo.

Cinco horas antes me desperté con el recuerdo de un sueño.

Ella desayunaba y su cuerpo se estremeció sin saber por qué…

Y ahora que contemplo su espalda desnuda, sé que esa imagen no permanecerá en mi memoria, que en este breve lapso de felicidad los recuerdos se me agolpan como martillazos. Y la veo a ella, una y otra vez, de mil formas diversas. Y en cada encuentro sentimos esa chispa y esa falta de consciencia. Ninguno se acuerda del otro, como dos almas sin espejo, cómo dos espíritus saltando de cuerpo en cuerpo, siempre tan cerca, pero a la vez tan lejos. Sólo el amor que alguna vez sentimos es lo suficientemente fuerte como para volver a atraernos, como para romper las barreras del tiempo y del espacio y escoger su momento. Pero el nexo a penas dura, y tal cómo viene, se va. A veces disfrutamos del instante, otras, en cambio, las circunstancias son tan fuertes que no nos dejan. Sólo sé dos cosas seguras, que en breve desaparecerá de mi vida y que volveré a encontrarla.

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