viernes, 21 de mayo de 2010

La silla


Su silla vacía dejaba un hueco en mi corazón, y redondo y lleno de grasa, como estaba, más bien pudiera haberse llamado donut. Pude sentir esa leve sensación de ambigüedad emocional, otra vez. Por una parte me negaba a admitir que mis mayores deseos pudieran verse cumplidos. Por otra, guardaba oculta la esperanza, a veces hasta de mí mismo, de poder saborear sus labios y perderme en sus ojos.
El imbécil de mi jefe me devolvió a la realidad con un par de ostias, llamadas retos. No me gustó la idea de compartir mesa con otra compañera.
Cuando llegué a su mesa me sonrió amablemente. Su acento era extranjero y su antigüedad era novata. Reímos a mitad de mañana. Tomando un café encontré su sonrisa y la adorné con el deseo. Sus ojos incitaban a otra locura, pero que importaba para un loco como yo.
La silla vacía parecía perseguirme con la mirada, y la imaginaba a ella mirándonos, aguantándose los celos, observando de reojo y haciéndose la disimulada.
Reconozco que entonces la vanidad me ganó la partida y alzado por ese sentimiento, lancé un órdago al viento.
Hoy he vuelto a ver su silla vacía. La sonrisa cómplice me persigue, como la sombra a un muerto. La losa del pasado me pesa y me encuentro desenfundando un arma que nunca quise haber disparado. Mas el espanto siempre encuentra su camino y atado a un vicio, me sitúo en el precipicio de una decisión extraña: querer lo conseguido o conseguir lo querido.

3 comentarios:

  1. Cómo siempre.........un aullido esplendoroso amigo.

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  2. Eyyy Yopis, un placer leerte... si te apetece te invito a mi guarida recien estrenada, que yo te ofrezco una silla preferente.

    Besos

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  3. Ufff, !Que fallo! No me había dado cuenta de vuestros comentarios. Sed bienvenidos a mi humilde morada, ¿quereis un café, un té, unas pajillas...? Me pasaré por vuestras casas a cobrarme la invitación, jejeje

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