martes, 11 de mayo de 2010

Tu seno



Temblando en la cama, cojo tu cara y le estampo un ardiente beso. Y con pasión renovada lo alcanzas y lo acunas en tu pecho. ¿Como si quiera atreverme a pronunciar la desidia? ¿Como si quiera pensar en otro final fuera de tus brazos?
Tu pelo de seda se enreda con mis recuerdos y de tu aroma crece un sentimiento, que se mezcla con mi esencia y susurra versos, que calma el hambre y la sed del muerto.
Y en las horas pretéritas me he preguntado quien osaría desbancar mi puesto, quien encontraría la llave de tu cuerpo, quien escribiría aquel poema siniestro.
Mas en la desdicha de una congoja, eludí gritar tu nombre y oculté mi lengua en la oscuridad de una quimera. Y fueron creciendo la apatía y la monotonía, criadas por la distancia y el llanto, como a un bebe que no se amamanta, como a un niño que ya no canta.
Los años poderosos se hicieron y encumbraron a memoria lo que antes era presente. Y en la cima de la soledad imperó mi reino, en la fría oscuridad teñí de ocre el recuerdo. Conté los días apresado de cinismo, envuelto en mi silencio.
Mas ahora que se acerca el momento postrero, que los dardos de la locura envenenan mi destierro, encuentro al fin el camino a tu terreno, a tu dulce sabiduría, a tu cálido cobijo. Y agacho la cabeza para entrar por tu puerta y grito a los cielos que nunca me abandones, porque, si bien, una vez la faz de la tierra pudo albergarse entre nosotros, cuando llega el final, sé que no encontraré mejor lugar que en tu seno.

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