domingo, 24 de enero de 2010

El cambio




Me miro en el espejo y descubro algo que no esperaba.
Ese vello facial se ha transformado en una poblada barba, y mi larga melena en una incipiente calva.
No puede ser.
Me lavo la cara otra vez, pero la imagen vuelve a ser la misma, y ahora el agua gotea por mi barba.
Miro horrorizada a donde antes estaban mis pechos.
¡Que desperdicio de dinero, gastado en alguna impura operación, al amparo del mirón, que antes rondaba mis huesos!
Para colmo de males, mi ropa es desastrosa.
Un pijama roído, frío y mugriento abraza ahora todo mi cuerpo.
Pero, oh, sorpresa, que lo que siento en mi entrepierna, no es otra cosa, que lo que otrora anhelaba hambrienta.
Y la toco con pasión, y ella responde obscena ante mi caricia.
¡Que maravilla!
Sentirla en mi mano y en mi mente a la vez, ahora estaba conforme.
Se vuelve firme como bastón de mando y mis propias caricias me incitan a seguir probando.
Entiendo el placer masculino por primera vez en mi vida y mi brazo ataca incompasible ese trozo de carne. ¿Pero que siento ahora?
Algo en mi está naciendo.
Son arañazos de satisfacción lo que estoy sufriendo.
Y al final exhorto mi gozo en mares de absorto.
Y me relajo y pienso que igual no está tan mal el cambio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aullame o ladrame