sábado, 2 de enero de 2010

Confesion




-¿Qué quieres? ¿Qué no te ame? Olvídalo. Arranca esa idea de tu mente, estrújala en tu corazón y hazla añicos en tu bajo vientre, por que si de mí se trata, recuerda que soy tuyo.


-Pero…lo que te he hecho…¿Cómo volver a mirarte a los ojos sin ver emerger la furia de una alusión indigna? ¿Cómo mirarme en el espejo sin ver la carga a mis espaldas?


-Esa carga no es la que debe hacerte temer. Los pájaros y la inquietud que revoletean en tu abdomen no te pertenecen. Son fruto del remordimiento cautivo. Sé que sólo era un escape a un mar profundo, que te sentías anclada en un barco sin rumbo. Ahora lo sé, y me avergüenzo de gobernar ese navío. Siento lástima de mí mismo, pobre y viejo capitán de barba poblada de inseguridades.


-No debes decir eso. No debes castigar tu espíritu. Si hay alguna culpable, esa soy yo. No supe ver en tus ojos sin brillo la renunciada pasión de antaño, los grises entre nosotros, las altivas torres que creamos y que no nos atrevimos a demoler. Preferí dejarme llevar por el rumor del nuevo mar, sutil, vibrante, que me alejó de ti, de mi único faro, postrado sobre aquel estoico acantilado. ¿Y por qué lo hice? Por una razón extraña, por la mano sombría de la vejez, que atenazaba mi moral, que imponía su cruel manto, que no me dejaba respirar.

-No te atormentes más, mi amor. Ya te he dicho que todo eso me da igual. Sólo quiero que recuerdes, una vez más, aquellas tardes de otoño, con nuestros corazones cubiertos de hojas mecidas por el viento, con nuestros pechos ungidos de paz, con nuestra mocedad recorriendo cada gota de sangre que circulaba arrebatadamente por nuestras pueriles venas. ¿Recuerdas?

-¿Cómo quieres que no lo recuerde? Si hasta mis lágrimas se apresuran hasta esa reminiscencia, si mi alma se agolpa al susurro encadenado de tu voz, si mi vida sabes que has sido tu….¿Lo ves? No puedo contener la memoria de un hecho atroz, frente al recuerdo desdibujado de nuestro verdadero amor.

-No llores por eso. Derrama tu llanto por lo que será. Sí, porque lo que venga nos llenará de alegría. Quiero que los mañanas sean nuevos soles, que borremos de nuestras mentes ademanes pasados, que brindemos júbilos al aire, que desgranemos la fruta del tiempo, grano a grano, que saboreemos lo que nos queda, que no es poco.

-Pero la pena aflige mi alma, como una daga en mi garganta. Me devora por dentro, como un lobo a su presa. Y no encuentro consuelo, ni siquiera en tus palabras, ni en tus gestos. Y pienso que tal vez el dolor me consuma, y que no me de tiempo a sentir con verdadero valor, que me arrepiento.

-No te aflijas, mujer. Vuelve a enfocar tu mente en aquellos prados verdes, donde de jóvenes retozábamos. Vuelve a sentir los besos olvidados en lugares privados. Escarba la dicha en el fondo de tu alma, por que sé que allí se encuentra, junto conmigo, y tráela de vuelta a un mundo nuevo. No tengas miedo de enfrentarte al pasado, por que eso nos hará más fuertes. Lucha y saca los dientes. Dale una dentellada al sufrimiento, estíralo con saña.

-No puedo, se me escapan las fuerzas entre las imágenes impías de alcoba, entre besos y risas que no eran los tuyos, entre sábanas de pecado y lujuria. No me siento digna de tus actos, ni de tu amor. Por favor, déjame con mi dolor.

-Eso ni lo sueñes. Nunca estarás sola, ni en la distancia de tu pena, ni en la falsa quietud de tu mirada, ni en el temblor de tus manos cuando me hablas. Y ahora dame tu mano y levanta tu frente, siéntete mi mujer ante la gente, por que juntos iniciamos un nuevo viaje hasta nuestro ocaso, sin importar el paso, ni la cadencia, ni el ánimo, ni la indulgencia. Caminamos juntos porque nos merecemos, por que siempre fuimos sinceros y por que nos queremos, y todo lo demás…da igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aullame o ladrame